jueves, 3 de octubre de 2013

¿Soy mayor para practicar karate?


      

Esa es la pregunta que yo me hice hace ya unos años. Llevaba todos los días a la niña y me quedaba fuera, charlando con otros padres y mirando por la ventana, ¿os suena?...


Cuando salía mi hija la intentaba corregir cosas que veía, pero desconocía el cómo y el porqué.
        Cada día me apetecía más hacer algo, moverme, estaba entumecido y muy deteriorado, fumaba y tenía sobrepeso; un año allá por el 2009 me decidí. La verdad es que me daba vergüenza meterme en una clase con un montón de chavales, pensaba que lo único que iba a hacer era el ridículo, pero como siempre me ha dado un poco igual lo que piensen los demás, me lance en esta aventura, con muchas dudas pero de cabeza; las primeras semanas fueron un poco duras, cualquier cosa que hiciese era un mundo, me di cuenta de lo fácil que es corregir a los demás y lo difícil que es hacer las cosas en condiciones, pero pronto empezaron las recompensas. La primera y más importante es que al mes dejé de fumar, llegue a perder 15 Kg, poniéndome en mi peso ideal, poco a poco fui fortaleciendo todo mi cuerpo y ganando algo de elasticidad. Practicar karate me motivo a ponerme más en forma corriendo y haciendo algo más de ejercicio extra, llegué a correr un par de carreras populares, empecé a coordinar un poco mejor y hasta ejercitar la memoria, tantos nombres en japonés, tantas posiciones, patadas, defensas, etc.
        Poco a poco vas avanzando y empiezas a mirar atrás y a preguntarte, ¿Por qué no habré empezado antes? Te das cuenta de que la vergüenza es absurda, los chavales son todos estupendos, sin ninguna excepción, te ayudan, se desviven por todo y en todo momento, ahora después de unos años practicando lo veo como imprescindible, no lo dejaría por nada, desde aquí quiero animar a todos los adultos, hombres y mujeres a que prueben, que dejen la vergüenza en el frigorífico antes de salir de casa y aunque tenga algún tipo de impedimento físico, el karate se adapta a él, de verdad y de corazón, por lo menos decir que habéis probado y no os ha gustado, pero nunca os quedéis con las ganas


Pablo Javier Ordóñez Díaz

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